NUESTRA HISTORIA
Conoce más sobre Gran Hotel Inglés: el hotel de lujo más antiguo de Madrid
El Gran Hotel Inglés, el más antiguo de lujo de la capital, abrió sus puertas originalmente en 1886. Hoy, Hidden Away Hotels recupera el Gran Hotel Inglés, icono e historia de Madrid y usted nos hace ser quien somos.
UN PASEO DE 131 AÑOS, POR AGUSTÍN PERY
El 27 de julio de 1886 La Correspondencia de España anunciaba “con satisfacción” a sus lectores que “el activo y muy conocido dueño del Café Inglés, don Agustín Ibarra, acaba de adquirir la magnífica casa en construcción de la calle del Lobo nº 10, con el exclusivo objeto de destinarla a Hotel, a la par que en la planta baja, en extremo espaciosa, situar un restaurante a la altura de lo mejor del extranjero”.
131 años después, la calle ya no se llama del Lobo sino Echegaray, no hemos viajado a Londres sino a Nueva York para no “omitir sacrificio alguno en lo que al mobiliario” se refiere y a nuestro renombrado jefe de Cocina lo hemos encontrado en Madrid y no en Burdeos. Pero Carmen Cordón e Ignacio Jiménez mantienen intacto el propósito que alentó hace más de un siglo a Agustín Ibarra y que reflejaban con verbo florido las crónicas de la época: “No omitir sacrificio alguno, así para la adquisición del mobiliario así como de cuantos modernos adelantos puedan utilizar para aplicarlos a su nueva casa”.
El espíritu, el reto, el anhelo y la ilusión de este matrimonio de hoteleros afincados en Mallorca son esos: que el Gran Hotel Inglés vuelva a ser un referente del lujo, la exclusividad y la elegancia, con la convicción de que un hotel debe ser un hogar donde el cliente más que un huésped sea un invitado que hoy como entonces disfrute de su estancia en un “hotel a la altura de los mejores de Europa”.
Si por aquel entonces La Época glosaba en sus páginas la excelencia de un hotel único en Madrid por tener “ascensor, pieza de baño en cada piso, alumbrado, calefacción a vapor y todos los adelantos que hacen más cómoda la vida”, hoy el Gran Hotel Inglés aunará los mejores adelantos hoteleros del siglo XXI sin renunciar a la elegancia serena y sin estridencias que primó en el XIX.
Hoy, como Don Agustín en su día, los nuevos propietarios han surcado los mares en busca de un aliado que lograse capturar y trasladar al presente la magnificencia de aquellos salones, comedores y habitaciones. David Rockwell y su equipo se han entusiasmado con el proyecto y han volcado su genialidad y experiencia, avalada por multitud de premios internacionales, para lograr que su primera intervención total en un hotel en España cuente con un mobiliario único y exclusivo a la altura de lo que doña Carmen y don Ignacio buscan para su primer hotel en la capital, como entonces quiso don Agustín para su Inglés.
Nuestro restaurante “instalado en la planta baja” será tan “sumamente espacioso” como el que describió El Liberal el 1 de agosto de 1886, aunque eso sí, hemos renunciado “a servir mesa de hasta 300 cubiertos” porque hoy también “es cosa difícil en esta Corte”.
Hemos reducido el número de habitaciones de 56 a 48 y en todo un alarde, nuestros huéspedes-amigos ya no tendrán que cruzar de un extremo a otro del pasillo para ir al baño de damas o caballeros. Ya les adelantamos que además de ducha, en las habitaciones hemos instalado también bañera, cosa inconcebible entonces y no crean que fácil hoy en día.
Quédense con esta fecha, el 17 de diciembre de 1886 quedó inaugurado el Gran Hotel Inglés. Exactamente ese día de 131 años después, Madrid y el Barrio de las Letras volverán a contar con un hotel “verdaderamente notable” de 48 “cómodas y elegantes habitaciones y salones de lectura”. Prometemos que el comedor contará con “luz eléctrica y el servicio de mesas es lujoso”, habrá por supuesto “ascensor y un sistema perfeccionado de caloríficos”, aunque certificamos que ya no será necesario “el uso de combustible para mantener la casa en muy agradable temperatura”..
Como el coste de la vida ha subido una barbaridad desde los tiempos de don Agustín, nuestro equipo financiero lamenta profundamente que el coste de la obra y acondicionamiento del edificio haya en superado en mucho los “90.000 duros” invertido por el señor Ibarra, obligándonos con hondo pesar a descartar mantener el coste de la pernocta en las diez pesetas de entonces.
Todo sea por lograr que nuestra casa, la de ustedes, cuente no sólo con el mejor personal, sino también con “elegantes y confortables habitaciones, gabinetes particulares para almuerzos y comidas, mesa redonda y servicio a la carta; cocinero y repostero de reconocido mérito, bodegas surtidas de vinos y licores nacionales y extranjeros, salas de baño (tenemos leído que ahora le llaman spa), calefacción, ascensor, teléfono (y sí, USB, wi-fi,…) y que nuestro personal podrá atenderle en (casi) todos los idiomas”.
Por el ómnibus a las estaciones de ferrocarriles no se preocupen. La céntrica ubicación del hotel en uno de los barrios más céntricos, monumental, dinámico y hervidero cultural, garantiza sus desplazamientos por la capital y alrededores en todo tipo de artilugios mecánicos o a motor.